Psicóloga Sanitaria, Sexóloga, Terapeuta de Pareja y Familia

Todas las entradas

Guias descargable, Todas las entradas

Nosotros y Nuestra Autoestima

La gran mayoría de las personas han escuchado la palabra “Autoestima” pero puede que no sepamos bien lo que es. Existen 3 conceptos que están relacionados y son la Autoestima, el Autoconcepto y la Identidad. Estos conceptos son base fundamental de nuestro bienestar, por lo tanto, cuando hay una distorsión o variación negativa de alguno de ellos, el efecto será en cadena y ocasionará mucho malestar. ¿A qué nos referimos con cada uno de ellos? Cuando hablamos de Autoestima, nos referimos a la estima o afecto que nos tenemos a nosotros mismos. Aunque parezca que nos queremos puede que en momentos esto no sea así. “Si no te quieres a ti mismo nadie lo hará” Seguro has escuchado esta frase, te la hayan dicho o incluso que la hayas dicho tu mismx a otra persona, y quiero decirte que esta frase no es del todo cierta… Sí nos pueden querer, aunque nosotros no lo hagamos, un ejemplo muy sencillo de esto es que, aunque estemos en momentos complicados de nuestras vidas y nos encontremos con una autoestima bajo, las personas que nos quieren no lo dejan de hacer, nuestros amigos y familiares nos siguen queriendo, aunque nosotros no lo hagamos. De hecho, nuestros padres nos quieren desde antes de que formemos nuestro propio ser. Incluso podemos seguir queriendo a los demás, sin en esos momentos tenernos mayor afecto a nosotros mismos. La estima que tenemos hacia una persona está basada en las cualidades y características positivas que tiene esa persona. Lo mismo ocurre con nosotros mismos, nos queremos porque hay cosas de nosotros que nos gustan, que nos hace sentir bien y a gusto. Cuando esto no sucede, podemos disminuir ese afecto, como pasaría con cualquier otra persona. Esto significa que los que nos quieren cuando nosotros no lo hacemos, observan y valoran en nosotros cosas que no estamos viendo con facilidad, por lo tanto, no lo valoramos. ¿Qué ocurre con esta frase? Es probable que, si lo interpretamos de manera literal, lo que nos venga a la cabeza es que si no me quiero pues no habrá nadie que lo haga. Hablamos de un condicional, si NO me quiero entonces Nadie lo hará, pero si me quiero y mucho, los demás también me querrán. Limitamos el desarrollo de nuestro propio querer por y para que el otro me quiera, nos limitamos a buscar aprobación, afecto de alguien externo y por supuesto mantener un vínculo. Sin embargo, se nos dificulta darnos cuenta de que el mayor vínculo que tendremos y que nos durará para siempre será aquel que desarrollamos y alimentamos con nosotros mismos, de hecho, nuestra persona será la que indudablemente nos acompañará por el resto de nuestras vidas. Por otro lado, tenemos el Autoconcepto y hablamos de él para referirnos a esa imagen que tenemos de nosotros mismos, en definitiva, qué concepto tenemos de nosotros, que nos parecemos, si nos consideramos de una manera o de otra, los valores que tenemos, nuestro conocimiento, y todas aquellas cosas que nos podemos atribuir. No siempre tenemos un autoconcepto apropiado e incluso realista de nosotros mismos, es por eso tan importante invertir tiempo en conocernos. Podemos tener un concepto de nosotros que no es el que expresamos y esto puede ocasionarnos malestar, incluso el hecho de distorsionar nuestro concepto producto de una experiencia negativa. [Si quieres saber más sobre la imagen que podemos ofrecerles a los demás, lee mi artículo de Máscaras] Hay una frase en especial que resalto mucho en las consultas, y es la de “No soy capaz de…” aunque parece no ser más que una expresión cuando no conseguimos hacer algo, queda registrado en nuestro cerebro como “Justo esto no lo lograré, por qué me faltan capacidades”, muy distinto es si transformamos esa frase a: “no lo logro hacer ahora, tendré que practicar” o “No lo consigo en este momento, pero buscaré resolverlo”. No es lo mismo la falta de conocimiento o de habilidad que de capacidad, somos capaces de todo lo que nos propongamos, solo que unas cosas, nos llevará más esfuerzo que otras, pero las capacidades sin duda las tenemos. Cerramos estos tres componentes con la Identidad, la cual nos refiere lo que somos, quienes somos, que nos caracteriza y cual es nuestra esencia. Es un concepto un poco más profundo y abstracto que el autoconcepto, recordemos que el autoconcepto es la percepción que tenemos de nosotros mismos y de nuestra imagen, la identidad nos habla de nuestro ser. La identidad incluye nuestras características más permanentes, lo que realmente lo diferencia del autoconcepto, es que éste último puede variar en el tiempo y según nuestras experiencias, la identidad una vez desarrollada, es más difícil de cambiar. Son muchos los factores que influyen en el desarrollo y mantenimiento de estos conceptos de manera saludable. Podemos empezar a hablar desde la niñez, aunque cada uno estos componentes se crean en distintas edades y etapas de desarrollo, hay factores que pueden favorecer o afectar negativamente en su curso. Entre ellos se encuentra la crianza, la manera en la que nos crían es determinante para un desarrollo adecuado de estos componentes. Si criamos a nuestros niños en un ambiente seguro, con una afectividad sana y adecuada, con libertad de expresar sus pensamientos y emociones, con un trato adecuado, una red social robusta que ofrezca a los niños apoyo, éstos desarrollarán una identidad firme, un autoconcepto positivo y competente y por supuesto una buena autoestima. Si por otro lado, la crianza está basada en malos tratos, agresión verbal -como lo pueden ser los insultos no solo para regañar sino para incluso hacer bromas (esto suele verse más en relaciones masculinas o hacia niños)-, agresión física -nuevamente no solo para castigar sino para generar un “ambiente divertido y de juego” o en distintas dinámicas-, el restarle valor a sus pensamientos y emociones, humillar o crear burlas sobre ellos, estamos favoreciendo al desarrollo de un inadecuado autoconcepto, dificultad para crear la identidad y como es comprensible, una baja autoestima. Aunque se crea

Todas las entradas

¿Qué “Normalizamos” y que no?

Aunque el término normalizar tiene una vida muy extensa, en la última década esta palabra ha tenido muchísima relevancia, sobre todo en el ámbito social. Dentro de la dicotomía en la que vivimos de que las cosas son buenas o malas, también hay dos polos en cuanto a lo que es normal y lo que no lo es, con lo cual, normalizar es pasar de la categoría “no normal” a la categoría “normal”. Pero ¿qué es lo normal? Pues lo normal, es todo aquello que es aceptado socialmente y que se encuentra dentro de unos límites o parámetros de aprobación demarcado por la sociedad, en este sentido, son todas las cosas que son cotidianas y aceptadas – existen muchas otras cosas que aun siendo cotidianas no son aceptadas como determinados comportamientos -. Hay diferencias entre las distintas sociedades, aunque todas sufran cambios y evolucionen, no todas lo hacen hacia la misma dirección ni a la misma velocidad, esto hace que en cada una pueda haber características normalizadas que en otras no. Por ejemplo, puede verse “normal” un comportamiento afectivo o incluso más libertad de expresión en unas regiones y en otras, puede que esto no sea lo normal. Hay de hecho sociedades más reprimidas que otras. En la última década han surgido muchos movimientos en pro a la normalización de distintos aspectos. Lo que ha generado una búsqueda de visión más amplia sobre distintas temáticas. Se ha buscado ampliar esos márgenes sociales permitiendo mayor espacio de expresión y libertad. Cabe destacar que eso que tildamos como “normal” socialmente hace que todo lo que no se encuentre fuera de ella sea “anormal” y en ocasiones no es así. Les pondré un ejemplo: la delincuencia, en países que sufren de elevados índices de este fenómeno, puede que sus ciudadanos consideren como “normal” que les hayan robado alguna vez, sin embargo, en países o regiones donde es un suceso sumamente penalizado y que no suele ocurrir, es un acontecimiento totalmente “anormal”. Lo mismo ocurre con sociedades donde es “normal” tener más de una pareja si se trata del hombre y en otras esto es todo lo contrario, incluso puede verse de manera negativa. También ocurre cuando nos referimos a colectivos estigmatizados, el mismo hecho de ser estigmatizados, parece que se cataloga dentro de la “anormalidad” y esto, claramente no tiene porque ser así, de hecho, el definir a un grupo de personas como colectivos, parece indicar que están fuera de lo común, que presentan características que los demás no las tienen y, por ende, se ubican fuera de la curva de la “normalidad”. Como te comentaba antes, el “normalizar” permite ampliar nuestra perspectiva, permite integrarnos los unos a los otros, aunque presentemos diferencias, nos enriquece como sociedad, favorece el cambio positivo y la evolución. Si suena todo tan bien, ¿por qué es tan difícil en ocasiones normalizar? El permitirnos ser de determinada manera, de elegir o incluso pensar diferente a lo socialmente establecido, puede generar irregularidades en el orden social. Esto de “normalizar” lo hacemos incluso nosotros mismos todos los días, cuando permitimos comportamientos que son inadecuados de las personas con las que compartimos o nos relacionamos, cuando nos habituamos a que nuestros hijos se comporten de manera inadecuada y para justificarlos ponemos excusas y esto también sucede con nosotros mismos. Parece entonces que es más fácil “normalizar” conductas inadecuadas que las que nos pueden generar satisfacción, felicidad y bienestar. ¿Has pensado en por qué sucede esto? Uno de los factores que influye en la dificultad para normalizar es que la necesidad de control, de mantener el orden jerárquico en las sociedades puede incluir mantener etiquetas, mientras más separados nos ubiquemos, mientras más pequeña sea la curva de normalidad, será mas fácil mantener dicho orden, estatus y jerarquía – esto es porque, el margen de movimiento es más reducido, con lo cual, todo lo que se encuentra por fuera de dicho límite, será de por sí, minimizado y hasta penalizado-. Por el contrario, si ampliamos dicha curva y empezamos a integrar a todos esos colectivos “normalizándolos” el coste de mantener el orden social puede convertirse en un precio muy elevado. Otro de los factores es la creencia irracional de considerar la felicidad propia como egoísmo y la autenticidad como algo disonante – cosa que sucede en sociedades colectivistas- esto sugiere que si bien, el pensar más en el otro puede suponer su aceptación, no necesariamente es así. Lo mismo ocurre en sociedad individualistas, pero con otros aspectos, este mismo tipo de sociedad que no necesariamente promueve el bien común, sino el crecimiento del propio individuo y la competencia puede hacer que velemos en mayor medida por esto último, sin necesidad de considerar al otro. Como has podido ver, es un tema muy complejo donde se evidencia dos caras tanto de la sociedad, como del sistema y por supuesto del comportamiento individual. Pues bien, visto esto, somos partícipes en el proceso de “normalización”, esta percepción de que algo se puede categorizar de alguna manera empieza por cómo lo vemos nosotros mismos. Recordemos que todos los movimientos que se han llevado a cabo a lo largo de la historia han empezado por alguien que ha pensado diferente y que ha luchado por sus ideales y creencias. Por esta razón es tan importante reforzar lo que creemos, permitirnos pensar diferente al resto y darnos la oportunidad de generar cambios positivos no solo para nosotros mismos sino también para los demás.

Todas las entradas

El vaivén de las máscaras…

El vaivén de las máscaras… ¿Te has dado cuenta de cómo te comportas y delante de quiénes? Las personas nos comportamos de determinada manera dependiendo de con quienes estemos, y seguramente pensarás que esto no es así y que siempre te comportas igual… pero no, y te explicaré por qué. Dentro de la sociedad todos cumplimos determinados roles en determinadas situaciones, por ejemplo: no nos comportamos igual en una reunión familiar que con nuestros amigos, o, no nos comportamos de la misma manera si estamos delante de nuestro jefe o con los compis del deporte que practicamos, y esto es normal. Este comportarnos de manera diferente dependiendo de con quien estemos, no es lo mismo que seamos diferentes dependiendo de con quien estemos. Cuando hablamos del ser, estamos hablando de nuestra personalidad, de nuestro criterio, manera de pensar, opinión y todas esas cosas que nos diferencian de los demás, que nos hace ser nosotros mismos, y es nuestra propia esencia. Esto significa que nuestra imagen también se puede ver modificada, es probable que delante de nuestro jefe, afiancemos esa imagen de responsabilidad, productividad y eficiencia que con nuestros amigos no lo veamos tan necesario, afianzando otras como esa parte divertida y ocurrente que nos caracteriza, ese apoyo incondicional, etc., y frente a nuestros hijos pues, mostremos esa imagen de autoridad, de fuerza, y de valentía. En efecto, es posible que todas esas características sean parte de nosotros y de nuestra forma de ser, sin embargo, hay veces donde creamos una imagen ficticia y es solo para aparentar, agradar al otro, sentirnos partes de un grupo, por ejemplo, y no nos damos cuenta. Por tanto, no es lo mismo el Rol que cumplimos socialmente a las máscaras que podemos ponernos. Los roles, como lo menciono dos párrafos más atrás, son aquellas funciones sociales que “debo cumplir”, otro ejemplo de eso sería, la profesión de payaso, estas personas que bien demuestran felicidad y alegría -que puede que en efecto no la tengan- cumplen con un trabajo, lo hacen con una finalidad. Es digamos su rol a nivel laboral y su intencionalidad se ubica dentro de ese mismo contexto. Es por eso por lo que, se podría a hablar de máscaras cuando nos referimos a esa imagen que podemos dar en algún momento, que no es realmente nuestra, que es voluntaria o involuntaria y que la usamos con la intención de ser aceptado/a o sencillamente agradar y que su vez, puede esconder muchas cosas en el fondo. Podemos aparentar muchas cosas, entre ellas estados anímicos. Es muy usual encontrar personas que aparenten ser muy felices, tener una vida “plena”, cuando su realidad puede ser bastante distinta, y realmente no sentirse como aparentan. Este mantenimiento de las máscaras nos hace desconectar y de hecho separarnos muchísimo de quienes somos realmente, de cómo nos encontramos, de cómo nos sentimos. Nos hace separarnos de nuestra realidad y de nuestra esencia. Esa búsqueda de ser aceptado, de agradar a todos, que nos puede alejar de nosotros mismos, que nos puede hacer modificar incluso nuestra manera de pensar, es justo lo que inicia y mantiene esas máscaras puestas en nuestros rostros. Si bien es cierto que en esto hay muchos factores que colaboran, como lo hemos venido diciendo, la presión social, el satisfacer las demandas del otro y el uso de las redes sociales… Seguramente estarás de acuerdo conmigo en cuanto a que has visto alguna vez -y quizás hasta más de una- a personas en las redes sociales, que venden o sencillamente muestran una vida perfecta, una vida sin problemas, una vida maravillosa donde todo es luz, donde todo es positivo, donde lo “tienen todo” … y, no es más que una ficción. Por qué? ¿Por qué no se puede tener una vida perfecta? Si, si que se puede tener una vida donde todo sea maravilloso y eso lo encontraremos cuando podamos asumir que la vida tiene múltiples situaciones buenas y quizás otras tantas no tan buenas, y aun así nos encontremos estables; donde podamos gestionar nuestras emociones, nuestras expectativas, cuando nos queramos lo suficiente como para permitirnos errar e incluso cuando nos permitamos vivir, más que sobrevivir. Esa “vida perfecta” la construiremos cuando entendamos que lo que es perfecto para ti no tiene porque ser perfecto para el otro, y aun así nos sintamos bien, que justo busquemos eso que nos hace feliz a nosotros mismos, más que buscar eso que los demás quieren que haga, ser lo que los demás quieren que sea, o vivir como los demás quieran que viva. Estas máscaras esconden cosas, y mucho de lo que esconde es malestar. De hecho, hay personas que pueden ocultar perfectamente su tristeza e incluso la depresión por medio de una máscara de felicidad, y esto es porque se encuentran tan inmersos en ella que no se permiten conectar consigo mismos. Ocupando gran cantidad de tiempo, en no verse, no sentirse, criticando al otro, buscando errores en el comportamiento del otro, buscando fallos en la vida en general, sin ver que mucho de esas cosas son proyecciones de nosotros mismos y nuestro sentir. En ocasiones pretendemos aparentar una autenticidad, que no es del todo real, es forzada, es ideal, no es mantenible en el tiempo porque no es nuestra. Prioricemos, pero, sobre todo, ubiquémonos dentro de nuestras propias prioridades. Es importante darnos cuenta de eso, de como nos comportamos, como vemos la vida, como sentimos ante las diferentes situaciones y que realmente pensamos, aunque esto signifique diferir de lo que opinen los demás. ¿Cómo puedo saber si estoy usando máscaras? Pues pregúntate lo siguiente y tómate tu tiempo para responder: ¿Te das espacio para escucharte? ¿Te preocupa que las personas te vean cómo eres? ¿Ocupas mucho tiempo pensando en lo que se espera de ti? ¿Te gustas? ¿Te entiendes? ¿Inviertes tiempo en conocer lo que realmente piensas y sientes frente a las situaciones? ¿Puedes decir lo que te agrada y lo que no? ¿Evitas sentir tus propias emociones? ¿Te han dicho que cambias cuando

Todas las entradas

LAS EMOCIONES

Eso que llamamos emociones Empecemos por decir que las emociones son reacciones que experimentamos a partir de un estímulo. Esta reacción genera cambios en nuestra mente y en nuestro cuerpo permitiendo adaptarnos y responder a dicho estímulo que puede ser interno o externo. En definitiva, es aquello que nos puede producir objetos, momentos y personas. Son muchos los tipos de emociones, de hecho, se ha clasificado como primarias y secundarias. Entendiéndose con eso que son universales, es decir, indiferentemente de la ubicación de la persona a nivel geográfico, creencia, cultura y otros factores identitarios, por ejemplo, cualquier persona será capaz de identificar la emoción que manifiesta otra persona. Entre las emociones primarias encontramos la alegría, la ira, el miedo, el asco, y la tristeza. Se le llaman emociones primarias ya que son innatas en los seres humanos. Por otro lado, están las emociones secundarias, las cuales son aprendidas y producto de la socialización, surgen a raíz de la primera, y pueden servir como matices de éstas, como serían la vergüenza, el enfado, etc. Aclaremos que no hay emociones positivas ni negativas, todas las emociones cumplen una función y es la de ayudarnos a adaptarnos al medio, a sobrevivir, a manejar diversas situaciones, nos avisa de riesgo, entre muchas otras cosas. Aunque como tal, no hay emociones ni buenas ni malas, socialmente se les ha generado una connotación a dichas emociones, categorizándolas como buenas o malas en función a su experiencia, es decir, hay emociones que pueden producir mayor placer que otras, es probable que muchos prefiramos estar alegres que tristes, sin embargo, la función que ejecuta cada una es distinta, la percepción de alegría y su entendimiento puede ir de la mano de que hemos experimentado la tristeza. Socialmente se nos ha enseñado que la ira es mala, que “no se le puede hacer asco a las cosas”, y por supuesto que “los/as niños/as grandes no lloran”. Todo estos aprendizajes o frases que se nos han podido repetir, con mayor o menor intensidad dependiendo también de la cultura, ha generado en nosotros creencias irracionales de que no es correcto sentir lo que sentimos o que es algo negativo, lo que más bien ha colaborado en la creación de emociones como la culpa y la vergüenza. Esa misma creencia es la que en muchas ocasiones nos hace obligarnos a estar bien cuando no lo estamos, al no querer experimentar que estoy triste por que me “vuelve débil” y el tener que aceptar comportamientos del otro que realmente no queremos. De hecho, es por esto y por muchas otras razones, las cuales nos puede costar en algún momento expresarnos con claridad, crear límites entre lo que queremos y lo que no, y nos hace mantener tipos de relaciones que no son nada saludables para nosotros mismos. Es posible que encuentres muchas personas o incluso tu mismo que pienses que hay emociones negativas… en efecto, hay emociones que claramente no disfrutamos, pero esto no las hace ser negativas, de hecho, puedes creer que sean negativas porque te causen malestar o que no sepas gestionarlas. Si en verdad existieran emociones positivas o negativas… salvo la alegría todas las demás serían negativas, cosa que no es cierto; de hecho… ¿has escuchado a alguien decir que necesita aprender a gestionar su alegría? Como hemos dicho, las emociones repercuten en nuestro organismo a nivel fisiológico y en nuestra mente, en este sentido, se trata de una relación recíproca, donde el estímulo genera unos cambios en nuestro organismo, así logramos responderle a ese estímulo. Una situación satisfactoria para nosotros nos hará producir oxitocina, generando mayores niveles de alegría, fortaleciendo esa relación que podamos tener con el estímulo. Si bien cada emoción tiene su propia función, se necesitan todas, son interdependientes entre sí, por tanto, el evitar exponernos a ellas o evitar sentir alguna de ellas, puede más bien, generar problemas en la propia adaptación del individuo. Las emociones son temporales y nuevamente, son respuesta a determinados estímulos, una vez que ha terminado la situación, por ejemplo, la emoción también tenderá a cambiar, por ejemplo: si vemos algún insecto que me desagrade por completo, o percibes un olor desagradable, es probable que sientas asco, sin embargo, una vez superado el insecto o que haya pasado el olor, también dejarás de sentir asco. Seguro te preguntarás qué ocurre cuando sientes asco por mucho tiempo o cualquier otra emoción… En este caso, participan otros factores como los procesos cognitivos y en especial la memoria. Cuando recordamos, generalmente podemos sentir la misma emoción que sentimos la primera vez, pero eso también va pasando con el tiempo y con la manera en que aprendemos a gestionar dicha emoción. Podemos aprender a cambiar de perspectiva cuando recordamos algún acontecimiento doloroso, por ejemplo, logrando disminuir ese malestar. Hay experiencias que nos dejan más huellas que otras, es por eso por lo que las emociones que podemos sentir en determinados momentos son mucho más fuertes y persistentes, por ejemplo: la emoción de alegría al reencontrarte con algún ser querido o, por otro lado, la tristeza profunda al separarte de ese mismo ser querido. Una vez entendido de que las emociones son necesarias y que nos permiten aprender y disfrutar de la vida, ahora solo queda llevarnos bien con ellas. No hacemos nada juzgándolas, recordemos que no son buenas ni malas, solo son. Así que conozcámoslas y aprendamos de ellas. Si tienes dificultades para entender tus emociones y gestionarlas, ¡descarga mi guía! Ahí encontrarás algunas herramientas que te ayudarán a conectarte con ellas.

Todas las entradas

La importancia de Reírnos

La risa es la expresión de una emoción a partir del movimiento que ejecuta la boda y otros músculos del rostro, en combinación con aspiraciones que pueden ser o no ruidosas debido a contracciones del diafragma. La risa surge producto de un contenido que combina tanto intelecto como una valoración afectiva. La Risa y el humor nos hablan de una manera de ver el mundo, las situaciones, lo que nos ocurre a nosotros mismos y a nuestro alrededor, es esa tendencia de ver las cosas de determinada manera. La risa es una manera de comunicarnos que, de hecho, compartimos con los primates y que nos permite transmitir información considerándola un lenguaje universal. A lo largo de nuestra vida vamos descubriendo y desarrollando habilidades unas se perfeccionan y otras varían e incluso pueden disminuir, como sucede en el caso de la risa. Como hemos dicho la risa se utiliza sobre todo en la infancia como una manera de comunicarnos, sin embargo, en la etapa adulta decrece, y esta capacidad de reír disminuye, cuando somos niños nos podemos reír unas 350 veces diarias sin mayor dificultad, pero siendo adultos no ocurre lo mismo, las personas más risueñas apenas alcanzan unas 100 veces al día mientras que los que no, reírse 15 veces en el día es un logro… La risa se ha utilizado como alternativa a tratamientos médicos desde hace más de 4000 años y desde entonces, los resultados de muchos estudios nos han indicado que son numerosos los beneficios de la risa en todas las áreas, tanto física, social y psicológica. Respiramos más profundamente, se fortalece el sistema respiratorio y sanguíneo, se oxigena más el cuerpo, mejora la circulación y las funciones cardiovasculares, Se entonan los músculos, se facilita la digestión y disminuye el estreñimiento, Se fortalece el sistema inmunitario contrarrestando los efectos inmunodepresivos del estrés Aumenta la secreción de endorfinas, dopamina, oxitocina y serotonina. Elevan el tono vital y nos hacen sentir más despiertos eliminando el estrés Nos hace ser más receptivos y ver el lado positivo de las cosas, disminuyendo los síntomas de depresión. Provoca un retroceso a un nivel anterior de funcionamiento mental o emocional, generalmente como un mecanismo para aliviar una realidad que se percibe como dolorosa o negativa. Se ha demostrado que la risa combate miedos y fobias. Permite la exteriorización de emociones y sentimientos. Cuando la persona se ríe de sí mismo aumenta su autoestima y desarrolla una actitud de reto o desafío que consiste en hacer frente a las tensiones y a las situaciones difíciles. Nos sentimos más optimistas y felices, redescubrimos el placer, la ilusión y la alegría Favorece el funcionamiento de nuestros procesos cognitivos Favorece la relación entre las personas Ayuda a expresar emociones y elimina pensamientos y emociones negativas. En general, el tener un sentido del humor y reírnos nos ofrece la oportunidad de experimentar esa parte divertida que tiene la vida y disfrutar de las incongruencias propias de la sociedad humana. De hecho, nos permite darnos cuenta, y en ocasiones crear esas propias incongruencias, sentirnos parte de y restarle importancia a la necesidad de perfección que socialmente se nos exige. Lograr reírnos de cosas referentes a esta situación nos permite ver el vaso medio lleno, nos devuelve esa confianza y sensación de control que nos ayuda a continuar y seguir haciéndole frente. Nos permite seguir batallando y recuperando la perspectiva positiva y sobre todo, nos permite ubicarlo en un sitio donde no nos sobrepase. Empecemos a permitirnos reír y sentir que las cosas las podemos transformar y aunque sea por momentos pueden ser diferentes, no dejemos de trabajar con el humor, propongámonos reírnos más veces en el día, volvamos a jugar, a divertirnos a ver las cosas desde una perspectiva positiva, todo no puede ser malo ni podemos dejar que lo sea. Empleemos nuestro tiempo libre en actividades como la risoterapia que nos permitan drenar todas esas energías, pensamientos y tensiones diarias. …Todo esconde algo divertido, sino es así podemos crearlo nosotros mismos… https://youtu.be/oAw6xbLrv1g

Guias descargable, Todas las entradas

Eso que se nos ha podido olvidar… Leer

Leer es un hábito que se ha ido perdiendo o al menos disminuyendo con las últimas generaciones. Leer era antiguamente el principal medio informativo, al igual que representaba un esfuerzo buscar libros referentes a las temáticas de preferencias, con lo cual, la estadía en librerías y bibliotecas eran bastante prolongadas y de hecho, con mucha frecuencia, del mismo modo que la compra de diarios y revistas para leer las ultimas noticias y mantenernos actualizados. La realización de hemerotecas era una asignación cotidiana en los institutos -consistía en buscar artículos y recortar del diario imágenes y textos informativos acerca de algo en concreto- y por supuesto la búsqueda de información en enciclopedias físicas e incluso recibir como regalos, libros era algo bastante normal; se fomentaba mucho más la lectura a nivel educativo. Actualmente los libros en mayor medida, han sido sustituidos por documentos virtuales, esto ha favorecido, su almacenamiento -ya que lo podemos guardar en estos propios espacios virtuales como en la nube por ejemplo-, el acceso y adquisición también ha cambiado, dado que en internet es muy fácil conseguir documentos informativos variados y de forma gratuita, presentando contenido de forma más didácticas, que favorezca el mantenimiento de la atención y por supuesto, convirtiendo el contenido más atractivo para todas las edades, incorporando formato de color, ilustración, etc. Esta transformación del formato a uno virtual, ha facilitado el traslado de dicho material, por ejemplo, facilita llevar todos los libros que queramos en nuestro móvil y tablet y hacer más cómodo su selección y uso, convirtiéndose estas herramientas en aliadas para poder leer en cualquier lugar, aún así, con dichas facilidades, parece no ser tan atractivo. Adicionalmente se ha implementado el uso de videos como fuente informativa, con contenidos concretos y explicaciones más fáciles de entender y que no requiere mayor esfuerzo en su búsqueda, economizando así mucho tiempo. Es importante destacar el hecho de aún estando frente a una fuente informativa, en ocasiones sólo atendemos a lo mínimo, a los titulares por ejemplo y ya sabiendo esto nos sentimos informados, sin entrar directamente en el contenido de la misma. Se puede decir que, si bien los libros son escritos, con lo cual hacemos en gran medida uso de la visión para poder efectuar la lectura, existen libros completamente ilustrados que de igual manera cuentan una historia y también hay presentaciones de los libros basados en la audición. El formato de libro común no suele tener imágenes, es meramente texto lo cual para muchas personas no lo hace atractivo, ya que necesitan algo más que una buena historia para continuar con la lectura. Parece que ese formato de puras palabras lo vuelve monótono, lo cual, cansa a la vista y al lector. Este libro común lo anteponemos a un nuevo formato de información de los ya mencionados y es probables que sigan siendo preferidos para personas de generaciones anteriores y probablemente esa selección se base en la costumbre de leer, sin embargo, a personas de estas nuevas generaciones, a quienes ya se les ha ido presentando este formato dinámico es muy probable que le aburra leer un libro común, aún manteniendo la temática de preferencia. Una de estas razones del por qué ocurre esto es porque vivimos en una época de sobre estimulación y para bien o para mal, a eso nos hemos acostumbrado, se ha vuelto nuestra forma de vivir. Necesitamos constantemente información y estimulación nueva entrante para mantener nuestra atención, sino es probable que nos aburramos. Al ser nuestro ritmo de vida tan dinámico nuestras preferencias posiblemente irán en la misma dirección. Te preguntaré lo siguiente: ¿cuántas veces te has encontrado con la luz encendida, delante de la tv con programación activa, hablando con alguien y a la vez viendo alguna pantalla, del móvil por ejemplo? ¿Cuántas veces has preferido esperar a ver la película en vez de leer el libro? Esta respuesta probablemente ha sido positiva en mayor o en menor medida… y esto refuerza justo esa necesidad de estimulación de la que te hablo. Entonces, entre las razones que se pueden señalar por las que se ha dejado leer, encontramos: La economización de tiempo y dinero buscando la información específica que necesitamos y de manera inmediata a través de internet. Esa información la podemos encontrar explicada de manera más fácil y práctica en videos o imágenes. Estos nuevos formatos son más dinámicos y atractivos, lo cual mantiene nuestra atención. Una de las características que hacen atractivos estos contenidos son la brevedad que poseen, en cuanto a que no debemos invertir mucho tiempo para conseguir lo que queremos. La inversión de tiempo es mínima y logramos el objetivo. La forma en que se nos explica nos permite no razonar, es decir, la información que te dan es total, no suelen dejar nada para el propio procesamiento o trabajo personal, con lo cual no hace falta analizar, reflexionar, en pocas palabras, no da espacio a pensar, es una respuesta a lo que necesitamos y ya. Pensar genera un esfuerzo, el crear conexiones, razonar, indagar, interpretar son acciones que no son económicas y generan un gasto (o inversión, dependiendo de tu perspectiva), es por eso por lo que el contenido al cual, estas nuevas generaciones acceden, elimina todas esas variables, creando un formato, fácil de entender, rápido de acceder y recibir, que nos haga conseguir de la misma manera, eso que estamos buscando. Recordemos que el ritmo de vida que llevamos es tan rápido, que “debemos hacer todo ya” “conseguir todo al momento” “responder inmediatamente” y que por supuesto, no tenemos tiempo que “invertir” y mucho menos “perder” leyendo como antiguamente se hacía. Con todo esto, no nos damos cuenta de todo lo que perdemos, el enriquecimiento que obtenemos cuando trabajamos nosotros mismos un tema, desarrollando conocimiento, viendo más allá de ese propio contenido, formalizando nuestra propia percepción y criterio ante las cosas. Beneficios de la lectura La lectura nos ofrece un mundo nuevo, y es simplemente porque leyendo dejamos fluir nuestra imaginación y nuestra creatividad, como una vez me

Guias descargable, Todas las entradas

Enfrentando nuestros Miedos

Todos tenemos miedos, de un tipo o de otro, más cotidianos o específicos. Estos miedos pueden ser hacia cualquier elemento externo como animales, clima, enfermedades, cosas en concreto, incluso a personas; y también pueden darse frente a elementos internos o referidos a nuestro ser, juicios, conflictos, toma de decisiones, desaprobación, desamparo, a no alcanzar nuestras metas, soledad, entre muchos otros. Nos enseñan que el ser miedoso significa “no” ser valiente, y por supuesto, también nos enseñan que eso es “malo”. Los miedos van unidos a nuestras creencias, a nuestra crianza, a nuestro entorno y sociedad. Hay miedos que son más aceptables que otros, por ejemplo, hay regiones que, por su cultura, religión y perspectiva, su gente no parece tener miedo a la muerte, mientras que hay otras, por el contrario, que si lo manifiestan; lo que no significa que este mal sentir miedo a la muerte, solo que en unos lugares son más aceptados que en otros, y no por eso dejan de ser miedos. Con lo cual, la sociedad y nuestro entorno juega un papel importante en la aceptación y concientización de ese miedo. Como hemos dicho, miedos puede haber muchos, de muchos tipos y a muchas cosas, tan diferentes como las propias personas, y es que en el miedo (como en otras tantas emociones) mostramos una parte de nosotros, especialmente nuestras inseguridades, esa tendencia a creer que no podremos lidiar con eso a lo que le tememos, aumenta la intensidad de miedo que nos hace sentir. Hasta aquí parece que los miedos fuesen algo malo, pero la verdad es que no es así, el miedo tiene una funcionalidad y es preparar nuestro organismo ante un suceso estresante o que sencillamente nos genere malestar. Los miedos están para llamar nuestra atención, distinguir el peligro y prepararnos para “eso” que viene; es una emoción primaria ligada al instinto de supervivencia. Sin embargo, por muchos motivos esta emoción puede distorsionarse o no funcionar adecuadamente, seguramente conocerás a alguien que “le tiene miedo a todo”. Frente al miedo hay dos opciones, por un lado, podemos enfrentarlo o por otro huir o escapar de él. Es por eso una emoción tan necesaria para la supervivencia, porque nos indica a qué podemos hacerle frente y a qué cosas la mejor elección es no enfrentarnos, por ejemplo: podemos enfrentarnos a una separación, aunque nos de miedo la soledad, pero quizás no es tan buena idea enfrentarnos a un Jabalí o animal salvaje. Hay miedos racionales e irracionales, los miedos racionales son aquellos que van dirigidos a elementos que presentan un peligro real para la vida (como el ejemplo del Jabalí) y los irracionales son aquellos basados en una creencia no adecuada de las situaciones y de nosotros mismos (como la creencia que nos vamos a morir si nos dejan). El miedo está muy vinculado a nuestra autoestima y autoconcepto, mientras nos consideremos con pocas capacidades de actuación y que necesitamos siempre del otro, más miedo nos darán las cosas. En efecto, el miedo lo alimentamos constantemente, escapando de él, esperando que otra persona lo resuelva por nosotros, evadiéndolo y con las respectivas frases: “ya lo haré”, “algún día perderé el miedo”, “siempre le he tenido miedo y no puedo evitarlo” y demás excusas y procrastinaciones. El problema con los miedos surge cuando perdemos perspectiva de lo racional y de lo irracional, mientras vivimos aprendemos muchas cosas y entre ellas a qué cosas debemos tenerle miedo y a que otras cosas no. Este aprendizaje si bien está mediado por la experiencia, también puede influir aspectos como la comodidad, un ejemplo de ello sería: “antes no les tenía miedo a las escaleras, pero ahora sí, eso hace que yo no me suba a buscar algo y sea otra persona que lo haga por mí”. Mantener esos miedos irracionales, agrava y mantiene nuestro malestar y hace que no vivamos adecuadamente ni de forma funcional, de hecho, puede traernos consecuencias que seguramente algunas de ellas las estarás viviendo. Te comentaré alguna de ellas: ¿Cómo puede afectar el miedo irracional en tu vida? Nos crea limitaciones que están en nuestras manos solucionarlas Nos crea cierta dependencia de otro que nos ayude, aprendemos a vivir en las sombras de otro. No nos permite manejar adecuadamente nuestras emociones Empezamos a aceptar cosas que no suelen ser beneficiosas, tanto internas como externas (malos tratos, autoestima bajo, un autoconcepto errado, creencias irracionales, imposiciones, etc.) No nos permite ver las cosas de una manera objetiva Nos impide hacer cosas que necesitamos Nos genera un malestar paralizante. Nos limita a tener nuevas experiencias Nos encierra en una burbuja, de la que cada vez se vuelve más difícil salir. Disminuye el desarrollo de nuevas capacidades Por estas razones te invito a descargarte mi guía donde encontraras ejercicios y tips que pueden ayudarte a superar tus miedos y a que leas mi artículo sobre la zona de confort.

Guias descargable, Todas las entradas

Esa tal Zona de Confort…

La zona de confort es aquel espacio que nos ofrece o nos hace sentir seguros, queridos, comprendidos, que nos genera estabilidad emocional y lo más importante… no implica esfuerzo. Todos tenemos una zona de confort a la cual acudir sobre todo cuando nos encontramos con el ánimo bajo o tenemos sentimientos y emociones negativas. Muchas veces las personas se mantienen dentro de esta zona porque si bien les hace sentir protegidos también permite creer que se tiene el control de las cosas que ahí ocurre y que hay un margen de acción sin necesidad de mayor esfuerzo o improvisación. Como todo exceso es malo, el mantenerse dentro de esta zona constantemente nos hace daño, porque es como si viviéramos en una burbuja muy cómodos pero que en realidad la vida está fuera… Mantenernos dentro de nuestra zona de confort todo el tiempo, nos impide desenvolvernos adecuadamente, enfrentar conflictos y desarrollar medidas resolutivas, al igual que refuerza conductas que podemos estar teniendo que no sean necesariamente adaptativas. Esta zona de confort puede ser un ambiente, una persona, un trabajo… cualquier cosa que consideremos que estando ahí conseguimos calma, paz y satisfacción… sin darnos cuenta de que lo que en realidad produce dependencia. Sí, como lo has leído, podemos crear dependencia al trabajo, y esto se debe a que, aunque no nos guste o no nos cause mayor entusiasmo nuestro trabajo, nos mantenemos en él y evitamos buscar otra cosa por miedo o por comodidad… como dice el dicho: “mejor malo conocido que bueno por conocer”, pues esto aplica perfectamente a esta zona de confort.Sí, como lo has leído, podemos crear dependencia al trabajo, y esto se debe a que, aunque no nos guste o no nos cause mayor entusiasmo nuestro trabajo, nos mantenemos en él y evitamos buscar otra cosa por miedo o por comodidad… como dice el dicho: “mejor malo conocido que bueno por conocer”, pues esto aplica perfectamente a esta zona de confort. En muchos sentidos evitamos el cambio, y es que el cambio nos obliga a movilizarnos, implica esfuerzo, adaptación, desarrollo de ciertas habilidades tanto sociales, de afrontamiento, gestión de las emociones, manejo de la frustración y aprendizaje de cosas nuevas que en la zona de confort realmente no necesitas ni te enfrentas a ellas. Exponernos a cosas nuevas en la vida es lo que nos hace realmente vivir, disfrutar, crear experiencia y conocimiento, además de incrementar nuestro potencial en áreas que ni siquiera nos habíamos imaginado porque ni nos lo habíamos planteado. Salir de nuestra zona de confort nos ayuda a conocer nuestros gustos y disgustos, capacidades, alternativas, descubrir aspectos de nosotros mismos y capacidades. Nos ayuda a reconocernos frente al otro, entendernos a nosotros mismos, quienes somos y qué cosas me hacen ser como soy y diferente al resto. Nos expone un panorama de todo aquello que podemos conseguir si nos proponemos estar más tiempo fuera de nuestra zona de confort. Esto no significa que la zona de confort sea un espacio negativo, todo lo contrario, el problema es que sí es bueno, lo hemos creado nosotros mismos para estar tranquilos, pero como hemos dicho, también tiene aspectos negativos y por supuesto, consecuencias al respecto. Y ahora te pregunto… ¿Cuál es tu zona de confort? ¿Qué haces en ella? ¿Qué te ofrece? ¿Cuánto dependes de tu zona de confort? Si estas preguntas te han puesto a pensar descárgate mi guía donde encontrarás TIPS y ejercicios para salir de esa Zona de Confort.

Todas las entradas

¿Qué hay detrás de las lesiones deportivas?

Perspectiva psicológica en las lesiones deportivas ¿Qué hay detrás de las lesiones deportivas? Es muy común que existan lesiones tras la práctica de deportes y estas pueden deberse a muchísimas razones, tanto físicas, situacionales, y propiamente deportivos como no estar en condiciones físicas adecuadas, esfuerzo físico desproporcionado, imprudencias, falta o exceso de entrenamiento, calentamiento o hasta carencia de recursos necesarios para llevar a cabo el deporte (calzado inadecuado, falta de mantenimiento de las instalaciones, etc). pero también hay factores psicológicos que juegan un papel muy importante en las lesiones, no solo pueden anteceder a la lesión, sino que pueden ser consecuentes y hasta funcionar como mantenedores de la propia lesión. Son muchas las situaciones que pueden repercutir en las lesiones de un deportista, entre ellas, la cohesión con el resto de los jugadores del equipo, entendimiento con el entrenador, situaciones adversas de su vida privada, estilo de vida, categoría en la que se encuentre a nivel deportivo, evaluación social, situaciones de riesgo físico, etc. Más allá de sufrir una lesión, dicha parte, aunque esté recuperada por completo, puede presentarse vulnerable ante una nueva posible lesión y es por eso por lo que es tan importante la prevención médica y psicológica para que no vuelva a ocurrir y así evitar las recaídas. Seguramente tendrás algún deporte favorito y por consiguiente un equipo de mayor preferencia, y hasta sabrás de algún jugador o deportista que sea muy reconocido por sus lesiones. Indiferente del deporte que practiquemos, las lesiones y traumatismos están a la orden del día, y en mucho están relacionadas con variables psicológicas que pueden ser en parte, el motivo por el cual nos lesionamos o no nos recuperamos al 100%. Entre estas variables tenemos los miedos, las inseguridades, el estrés, la carencia de estrategias de afrontamiento, pero en general, se ha estudiado en mayor medida, la ansiedad competitiva, la motivación, autoconfianza y estrés psicosocial, las cuales suelen manifestarse en deportes de alto rendimiento y competición. El estrés que puede generar un deporte se puede expresar de distintas maneras, y no solo se presentan en deportes de alta competición o en categorías superiores. Se han visto lesiones recurrentes en niños y niñas en la práctica deportiva. Y como hemos dicho, son muchos los posibles desencadenantes, sin embargo, debemos preguntarnos y sobre todo si son recurrentes las lesiones, ¿qué nos puede estar ocurriendo?, ¿con que peso estamos pudiendo cargar que nos limita desenvolvernos y a trabajar con todos los sentidos?, ¿con qué tipo de pensamientos nos podemos distraer?, etc.   La probabilidad de que se lesione un jugador que tenga problemas personales, inestabilidad emocional, motivación ajena al disfrute del deporte, responsabilidades ajenas al deporte, que mantenga una presión constante en cuanto a su rendimiento, necesidad de aprobación y/o de satisfacer a otro, o que sencillamente no le guste esa actividad, será mucho mayor que las lesiones que se pueden presentar en alguien que lo disfrute y que considere el deporte parte de sí mismo, etc. Tanto las expectativas, como los objetivos y la disciplina son aspectos muy arraigados en el deporte en general, pero lo es más aún en los equipos deportivos, donde las distintas situaciones de exigencias acarrean consecuencias en los jugadores y que pueden manifestarse en las propias lesiones. Dentro del estudio de las lesiones se contemplan en mayor medida rasgos de personalidad, estresores, estilos de afrontamientos e historia de lesiones previas. Una cuestión que puede ser determinante para el afrontamiento de las lesiones es el nivel de optimismo que tenga el deportista y el entendimiento que haga de la propia incidencia, es decir, tendrá mayores posibilidades de recuperarse y en menor tiempo una persona que entienda una lesión como una situación más en su ejercicio y que la transforma en una meta más a conseguir superar, para continuar entrenando y volver lo antes posible a su funcionamiento normal, que una persona que se enfoque en la transformación de ese evento a un obstáculo difícil de superar o que sencillamente focalice su atención en todos los posibles consecuentes negativos que pueden repercutir en la propia persona, como dejar de jugar, dejar de ser de los primeros seleccionados, pensamiento que incluyan distintas otras repercusiones como en su sueldo, publicidad, reputación, etc. Adicionalmente, como hemos dicho son muchos los factores que pueden estar interviniendo a la hora de un traumatismo o lesión, la presión psicológica que recibimos del entorno influye significativamente, pero también influye la propia autoexigencia que nos creamos, de hecho pueden generarse pensamientos obsesivos acerca de la consecución de ciertos objetivos en tiempos irreales, provocando una carga de trabajo excesiva y a su vez, restringir o minimizar los períodos de descanso, obteniendo como consecuencia la lesión. Evidentemente el riesgo de determinadas lesiones dependerá del riesgo que se puede correr en los distintos deportes, siendo los deportes recreativos y competitivos los “menos” peligrosos ya que, en su mayoría, se basan es problemas musculares o lesiones de posible recuperación. Sin embargo, hay deportes extremos, de alto riesgo y peligrosos donde las lesiones pueden ser aún más importantes en cuanto a las repercusiones que puede tener para la persona y hasta determinantes para su propia vida. Las emociones que usualmente expresan los jugadores tras una lesión suelen ser la negación, de la propia lesión, ira e impotencia, posteriormente tristeza y en ocasiones, pueden manifestar depresión. Esto conllevará al proceso de aceptación y posterior recuperación. Por otro lado, existen lesiones que son autoinducidas (producida por el propio deportista), las cuales son generadas a partir del agotamiento físico y mental, mala gestión de las demandas externas, internas y el estrés, fluctuaciones del estado de ánimo, influencia de medicamentos, alcohol y una deficiente recuperación de lesiones previas o enfermedades. La relación que existe entre nuestro físico y la mente es sumamente fuerte y en muchas ocasiones el cuerpo manifiesta lo que no podemos describir con palabras. Es por eso que la psicología del deporte se encarga no solo de la atención y seguimiento en estos casos, en cuanto a intervención si es necesario, sino también

Todas las entradas

Estigmas Sexuales

¿Qué sabemos de los estigmas sexuales? Son muchos los estigmas y discriminaciones que socialmente se establecen para categorizar, minimizar y por supuesto etiquetar, y el sexo ni por lejos está exento de ello, de hecho, parece ser uno de los asuntos más estigmatizados, no solo hoy, esto ocurre desde los inicios de la historia con la falsa creencia del orden social. Aún en el siglo XXI el tema sexual sigue siendo tabú en distintas sociedades y en otras un poco más abiertas, no deja de ser complicado aceptar las innumerables diversidades. Socialmente hablando, a nivel sexual, son ciertas conductas las que se ven aceptadas y otras tantas no y por ello la creación de estigmas Entre estas conductas estigmatizadas podemos englobar unas cuantas, y quizás más de una habrás escuchado, un ejemplo de ello es la actitud diferenciada que “se debe mantener” en los distintos géneros. Una vez más, las sociedades y nosotros mismos, carecemos de libertad para poder sentir, pensar y actuar como realmente queramos hacerlo. Empezando por conceptos de roles sexuales, siempre se ha pensado que el hombre es quien suele y hasta debe ser más activo sexualmente, mientras que la mujer debe ser quien complace y está siempre dispuesta. Lo cierto es que, en realidad esto es un poco diferente. Hay hombres que, por supuesto, tienen un amplio e innegable interés hacia lo sexual, pero también hay muchísimas mujeres que lo comparten y hasta lo superan. Si bien cada día se busca poder manifestarse con mayor claridad, aun no parece ser totalmente aceptado que las mujeres expongan de la misma manera que los hombres sus necesidades y gustos, y es ahí cuando encontramos los estigmas, de hecho, hay frases que son muestras de ello: “piensas como hombre”. Dentro de esas conductas aceptadas que mencioné anteriormente, está la facilidad con la que un hombre puede demandar este tipo de relación, y de hecho es hasta de esperar que así sea, mientras que la mujer, para satisfacer sus necesidades, en efecto, debe esperar que el hombre lo haga -porque el autosatisfacerse también está mal visto-. Mientras que lo opuesto estaría etiquetado malamente. ¿Esto crees que debe ser así? Los estigmas sexuales afectan tanto a hombres como a mujeres, y si incluimos a los demás colectivos de diversidad de género, parece que el tema se complica cada vez más. Todas las personas tenemos necesidades sexuales, el género con el que te identifiques y el sexo que tengas, eso es indiferente. Al igual que se considera “normal” que una mujer no tenga ganas de llevar a cabo un acto sexual (cosa que no es tan normal), es posible aceptar que un hombre no tenga ganas en un momento dado y que sea su pareja femenina quien le demande mayormente dicha actividad. De igual manera es totalmente normal que sea un hombre sensible y la mujer más racional; el hombre que es sensible no deja de ser hombre, por tanto, una mujer que sea muy activa y demandante sexualmente, no deja de ser mujer. Parece que hoy en día esta temática está aún muy presente y arraigada en nuestra cultura, como si se tratara de un patrón irrompible e inquebrantable. Si sabemos que fisiológicamente tenemos necesidades sexuales, ¿Por qué se debe etiquetar a quien lo manifieste o como éste se exprese? Si eres hombre, “debes” ser sexualmente muy activo, de lo contrario, ¿qué pasaría? Lo mismo ocurre con las mujeres, ¿qué pasaría si eres una mujer sexualmente muy activa? Es de reflexionar que este tipo de represión hacia lo interno no solo produce rechazo al otro, sino rechazo a uno mismo y por ende un malestar con el cual, solo cargamos nosotros. ¿Y es que acaso tenemos que ser todos iguales?